sábado, 26 de mayo de 2012

Los lagos también tienen música

                  Delphine y yo. Enero 2002. Francia.

Hace muchos años (ya casi 20) fui de intercambio a Francia, por un poco más de un mes.
Nunca había salido de los trópicos y por ende no conocía la nieve, ni nada que tuviera que ver con las estaciones. Y bueno, da la casualidad que viajé en enero, uno de los meses más fríos en Europa... Ahí conocí la nieve, además de una familia maravillosa con quien todavía tengo contacto.
El frío invernal fue algo que realmente me impactó... Eso de que el sol sea brillante pero no caliente era algo inexplicable para alquien que por "default" asociaba sol = calor = playa.
Ver el mar en condiciones de temperatura heladas también me sorprendió.
Unos años después, en enero del 2002, viajé de nuevo cerca de los Pirineos, para reencontrarme con mi amiga Delphine quien me llevó a un lugar realmente hermoso, cerca de Tarbes, donde vive su abuela.
Ahí, en uno de los lagos escuché uno de los sonidos más bellos que jamás había imaginado que existiera...
El hielo del lago al descongelar crea una melodía con diferentes notas, como zumbidos similar al que haría una zampoña pero mucho más profundos...
Realmente hubiera deseado llevar conmigo una grabadora (en esa época de cassete o Minidisc, o ahora que lo pienso tener una cámara digital o celular para compartir esa maravilla de la naturaleza que en aquel momento me dejó sin palabras.

Algo así...

martes, 8 de mayo de 2012

La de la mochila azul

Kinder y primer grado son años difíciles de olvidar. Para una niña como lo era yo, no era nada sencillo...
Quería tener el pelo largo, pero parecía Cocorí con mis colochitos pegados a la cabeza...
Quería tener una Barbie de verdad y no se me olvida la voz de una niña mayor diciéndome que esas que yo tenía no eran "Barbies" sino "muñequitas"...

Quería una lonchera de plástico de Hello Kitty o algo así. Pero yo llevaba mi merienda en un bolsito de tela que me había cosido mi mamá.
Quería una mochila bien "chiva" con algun dibujo. Pero lo que tenía era un bulto de cuero de esos típicos y "singracias" para mí en aquel entonces, al que mi mamá tuvo que ponerle un añadido de tela azul con velcro -que hacía juego con mi lonchera improvisada-  para que me cupieran los folders tamaño oficio que tenía que llevar.
En aquella época quería tantas cosas que ahora podrán parecerme sin sentido, porque me doy cuenta de que muchas niñas como yo se hubieran sentido afortunadas de tener una mamá que dedicara horas a coser y hacerle ropa a sus muñecas también!